Teoría marxista de la dependencia
Se denomina teoría marxista de la dependencia (TMD) a la formulación gestada particularmente por los cientistas sociales y militantes brasileños Ruy Mauro Marini, Vania Bambirra y Theotonio Dos Santos, en la segunda mitad de los años sesenta y primera mitad de los setenta del siglo XX, cuyo objetivo fue definir las características del capitalismo que se ha gestado en América Latina, las razones de su subdesenvolvimiento y las condiciones para superar esa situación.
Fuertemente arropados en lo mejor de la teoría marxista en tanto crítica radical de la realidad social y en tanto teoría viva, capaz de dar cuenta de nuevas realidades, aquellos autores se abocaron a desentrañar el lugar de América Latina en la gestación del sistema mundial capitalista, así como de los vínculos establecidos con dicho sistema.
A diferencia de otras propuestas, calificadas como endogenistas, el capitalismo latinoamericano no emerge como el simple resultado de la maduración interna de relaciones sociales y fuerzas productivas. La brusca y profunda inserción de América Latina en la gestación del capitalismo y del sistema mundial jugaron un papel de la mayor relevancia para comprender el posterior surgimiento del capitalismo en la región y sus determinaciones.
Más aún, es en ese escenario donde se hace patente el papel de América Latina en alentar y favorecer el desenvolvimiento de ciertas economías y regiones en el sistema mundial, en tanto, como contracara necesaria, se desatan tendencias que conducen al subdesenvolvimiento de la región.
Como se formuló en aquellos años, desenvolvimiento y subdesenvolvimiento son las caras de un solo y único proceso, la gestación y consolidación del sistema mundial capitalista. Sólo en esas coordenadas es posible comprender a uno y otro proceso. Nunca de manera aislada.
Fue con el escrito de Marini, Dialéctica de la dependencia, publicado en 1973, que esta propuesta alcanza el grado de maduración y articulación que marca el corte y la superación con formulaciones previas.
Tras la llegada de los conquistadores y bajo la situación de colonias, diversos espacios de la región se van constituyendo en abastecedores sea de metales preciosos, materias primas y alimentos para las economías europeas, entre los siglos XVI y XVIII.
La condición colonial no esconde el despojo que sufren las colonias por parte de los imperios y economías que profitan de aquella situación.
Ella comienza a modificarse a inicios del siglo XIX cuando las fuerzas napoleónicas invaden los reinos de España y Portugal, lo que provoca la fuga de las autoridades, lo que propicia que la sujeción colonial pase a ser cuestionada por los criollos (hijos de españoles y portugueses nacidos en las colonias), funcionarios eclesiásticos y religiosos y sectores populares, lo que dará inicio a revueltas y alzamientos contra los representantes locales de las monarquías, abriéndose un periodo de independencia de las colonias y la constitución de gobiernos locales, proceso que toma forma predominante en la primera mitad del siglo XIX.
Uno de los primeros asuntos a resolver por las nuevas autoridades, en general representantes de oligarquías e incipientes burguesías ligadas a la producción y el comercio, será alcanzar mínimos de paz interior, tras las luchas locales de grupos económicos y sectores populares diversos, así como reestablecer el comercio internacional.
Tanto en el plano internacional como en el local la ley del valor tenderá a establecer su lógica, de la mano con la maduración de una nueva forma de capitalismo en el sistema mundial, el capitalismo dependiente, uno que encarnando las tendencias y mecanismos expuestos por Marx en El Capital, presenta sin embargo singularidades que son vitales para comprender su papel en la acumulación mundial, pero también en la reproducción del capital en el plano local.
Es aquí donde la propuesta teórica de Marini pone de manifiesto sus alcances y relevancia. Volcada la producción de las nuevas economías al exterior, ya no como colonias sino como unidades locales de reproducción capitalista, esto abrió desde un inicio al capital local la oportunidad de redoblar la explotación de la fuerza de trabajo, en tanto los salarios de esos productores no eran relevantes como mercado. De esta manera en el capitalismo dependiente no estábamos frente cualquier explotación, sino a una en que el capital tiende a remunerar a los trabajadores por abajo del valor de la fuerza de trabajo. A ese conjunto de formas que hacen posible lo anterior Marini lo denominó superexplotación. La pobreza, las carencias de la mayoría de la población y la enorme desigualdad social imperantes en el mundo dependiente tienen aquí parte sustantiva de su explicación.
Esa modalidad de explotación, posible por el peso exportador que prevalece en la economía dependiente, pero también por la abundancia de mano de obra disponible para el capital, se constituye a su vez en salvaguarda para los capitales locales en sus travesía por mercados exteriores compitiendo con capitales de variados rincones del planeta. Muchos de esos capitales venden en el mercado mundial productos gestados con mayor presencia de equipos y máquinas sofisticadas o simplemente avanzadas, frente al bajo nivel tecnológico empleado por capitales para producir materias primas o alimentos.
Porque en el capitalismo se tiende a premiar a los capitales más productivos y a castigar a los menos eficientes es porque los segundos terminarán en el mercado mundial vendiendo sus productos por debajo del valor, en tanto los primeros venderán por arriba del valor, lo cual significa que los últimos se apropian del valor perdido por los primeros. A ese proceso de transferencias de valor por las diferencias tecnológicas en el comercio Marini lo denomina intercambio desigual.
La superexplotación y el intercambio desigual no son procesos puntuales en la dinámica del capitalismo dependiente y del mercado mundial. Son por el contrario procesos que atraviesan su dinámica y reproducción. Y que se retroalimentan. Ambos conducen así a hacer del capitalismo dependiente, con sus secuelas de subdesenvolvimiento, desigualdades y necesidades de las mayorías sociales no cubiertas, una forma imprescindible para apoyar la reproducción del capitalismo desenvuelto.
Desde esta perspectiva suponer, como es común en la economía convencional, que en cualquier momento y con algún poco de suerte, las economías dependientes podrán sortear su sujeción y podrán convertirse en las nuevas Coreas del Sur o Singapur, no deja de ser una falsa ilusión.
Ello sólo es posible rompiendo con las relaciones sociales que atan a las economías dependientes con el capital mundial, y simultáneamente, poniendo fin a las relaciones sociales que perpetúan la superexplotación y el intercambio desigual desde el interior de cada economía dependiente.
Bibliografía
- Marini, Ruy Mauro, (1973), Dialéctica de la dependencia, Serie Popular Era, México
- Osorio, Jaime (2016), Teoría Marxista de la dependencia. Historia, fundamentos, debates y contribuciones. Itaca/UAM-X, México